Misandria en los medios.

Quienes nos dicen que vivimos en un sistema patriarcal, o peor, heteropatriarcal, que discrimina a la mujer y privilegia al hombre, deberían explicar cómo es compatible ese marco conceptual de privilegio masculino que plantean con el desprecio al varón que vemos día a día en la cultura popular y en las noticias. Porque raro es el día que no encuentras en la prensa una o dos noticias con un patente y nada disimulado sesgo anti-masculino.

Este fenómeno se denomina misandria, un neologismo que hace referencia al odio o aversión hacia los varones y todo lo considerado como masculino, y ha sido descrito entre otros por Paul Nathanson y Katherine Young en su recomendable serie de libros —de momento hay cuatro—, en concreto Spreading Misandry (Difundiendo la Misandria).

Una muestra de esta misandria institucionalizada en la prensa internacional la encontramos en la siguiente entrevista a Roberto Garda Salas en el diario Independiente de México: Nuevas masculinidades, aportación a la equidad.

El artículo toca el tema de las “nuevas masculinidades”, que de nuevas tienen poco: son los trillados dogmas de la ideología de género. Lo que Roberto Garda plantea en el fondo no es más que el conocido discurso de “el hombre es un lobo para el hombre” camuflado de posmodernismo y corrección política, solo que aquí, el hombre no es un plural genérico que designa a todos los miembros de nuestra especie, se refiere a que los varones son lobos y las mujeres, corderos. Nos dice:
La desigualdad se enseña a los hombres desde las instituciones (escuela, familia). Los hombres asimilan la pedagogía de la violencia desde la infancia, desde el rechazo a las mujeres, no aprenden las posibilidades de igualdad, por ello sigue siendo frecuente el machismo, y las relaciones entre hombres caracterizadas por la competencia y la violencia.

En las relaciones de pareja los varones ejercen la violencia al exigir ciertos tipos de atención y servicios por parte de la mujer, como la preparación de alimentos, limpieza de ropa.”

Es importante, primero, reconocer que tanto mujeres como hombres hemos sido educados de forma diferente en nuestra sociedad. Tradicionalmente a los niños se les educa para ser fuertes, duros y competitivos, entre otros rasgos. “A las niñas se les educa, entre otras características, para ser silenciosas, además de depender de otros y servirles.
De nuevo el tema de la educación y la violencia del que ya hablamos en una entrada anterior. ¿Se enseña a los hombres a ser violentos contra la mujer? Más bien todo lo contrario. Es cierto que hombres y mujeres hemos sido educados de forma diferente en nuestra sociedad. Pero si hay una desigualdad que se enseña desde la infancia, es que una mujer puede golpear a un hombre ante cualquier ofensa, y que eso es algo natural, aceptable e incluso divertido.

 

 

Esta violencia se refleja luego en la vida real en las relaciones entre hombres y mujeres

¡Le estabas mirando el culo!

El problema surge cuando la realidad no es como en las películas.


Encontramos otro ejemplo de misandria en un reciente artículo de la edición española del The Wall Street Journal: Un mundo gobernado por mujeres será superior, que nos dice “La biología masculina nos ha traído guerras y corrupción. Las mujeres lo harán mucho mejor.”
Las investigaciones han hallado que las mujeres son superiores a los hombres en la mayoría de los aspectos que serán importantes en el futuro, y no se trata sólo de cultura o crianza, aunque ambos factores cuentan. También son fundamentales la biología y los aspectos del pensamiento y los sentimientos modelados por la biología. Tiene que ver con cromosomas, genes, hormonas y circuitos cerebrales.

No me refiero a lo que decían los hombres condescendientes que proclamaban la superioridad de las mujeres en el pasado: que son criaturas nobles y espirituales que deben quedar al margen del ajetreo y la lucha de la vida competitiva, los negocios, la política y la guerra, para que puedan inculcarle integridad y entereza a la próxima generación. Me refiero a lo opuesto.

Todas las guerras son masculinas. La gente apunta a los casos de Margaret Thatcher, Indira Gandhi y Golda Meir como evidencia de que las mujeres también pueden ser guerreras. Pero estas mujeres fueron colocadas en la cima de jerarquías íntegramente masculinas y frente a otras pirámides políticas hipermasculinas, y fueron masculinizadas mientras peleaban por escalar a la cima.
¿Se imaginan alguien diciendo en un medio de comunicación que “las mujeres son inferiores”? Sin embargo, no hay problema a la hora de decir que las mujeres son superiores a los hombres en la mayoría de los aspectos.   Todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros.

Rebelión en la Granja.

Ya hablamos del sesgo de confirmación y de sus manifestaciones,  por ejemplo en la escoba de Occam, aquí vemos un claro ejemplo.  No es que casos como los de Margaret Thatcher, Indira Gandhi y Golda Meir evidencien que las mujeres también pueden ser guerreras.  Lo que realmente “han hallado” las “investigaciones” es que  las mujeres en el poder son más violentas e inician más guerras que  los hombres cuando gobiernan. Según el artículo, esto también es culpa del hombre, ya que estas mujeres están en la cima de jerarquías íntegramente masculinas, hipermasculinas, y masculinizadas.

El tercer ejemplo es un artículo en el diario británico Independent, relativo a los recientes ataques islamistas en Francia y otros lugares: No son los musulmanes ni las personas con enfermedades mentales las más propensas a matarte en un ataque terrorista: son los hombres.

La misandria que se desprende de este artículo llega a ser dolorosa:
La violencia masculina de masas está en todas partes. Primero fue en Orlando. Después en Nice. Y Bavaria. Munich. Kabul. Fort Myers. Sagamihara.

Según van informando de cada masacre, los políticos y los medios saltan a seleccionar las motivaciones de cada atacante. Inmediatamente, salen a relucir los prejuicios: que si eran marrones (sic), que eran terroristas. Si no, eran enfermos mentales.

A medida que aumentan los ataques, el perfilado del individuo desciende en una morbosa caída libre que pasa por alto el elemento común más básico: estos crímenes fueron cometidos por hombres. De hecho, casi todos los asesinatos en masa son cometidos por hombres. Esto no es casualidad.

No voy a nombrar a estos hombres violentos y viles - no sólo porque esto les daría el reconocimiento que desean, sino porque es inútil. En su lugar, tenemos que nombrar el verdadero culpable: la masculinidad tóxica. (...)

La masculinidad tóxica encuentra su expresión en el fascismo, el sexismo, la supremacía blanca, la islamofobia, la xenofobia, el chauvinismo, el capitalismo, la homofobia, la cultura de la violación y el patriarcado, en el presentar la cultura militar como algo atractivo. La masculinidad tóxica encuentra su expresión en agresivas políticas del miedo que dividen razas y alimentan el odio; y cuanto más a la derecha son los gobiernos que toman el poder, más combustible se añade al fuego.

Todos queremos poner fin a estos ataques, y la prevención de esta violencia devastadora depende de nuestra capacidad para prevenir la violencia masculina en general. Hay que desmantelar las estructuras sociales que dan derecho y habilitan a los hombres a usar la violencia en todas sus formas de ejercer poder y control.

Pero antes de todo esto, tenemos que empezar a reconocer la violencia masculina como lo que es. Tenemos que reconocer que una masculinidad tóxica y llena de odio crece entre nosotros en el día a día. Tenemos que empezar separando y desmantelando sus raíces en el derecho y las estructuras que promueven la supremacía masculina.
La autora de este artículo no es la excepción, es la norma.  Culpar a la masculinidad de todo lo malo que sucede en el mundo, es algo que vemos habitualmente en nuestros políticos.






Cosas del privilegio masculino.

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